viernes, 28 de septiembre de 2007

El Rabino Yehuda Löw ben Becalel y su Gólem




Asi lo he escuchado:


Mudo, sin entendimiento o consciencia, pero con la capacidad de moverse y obedecer, ese es el Gólem, (Borges lo pronunció así, grave, y él sabía más que yo) símbolo de los intentos de la criatura por imitar a su creador. Es un muñeco mudo porque el hombre, según los Judeocristianos no tiene el derecho de conceder el don de la palabra, ese es un privilegio exclusivo de la divinidad. (Eso dicen algunos, pues es sabido que desde Aristóteles existen Cabezas Parlantes, que él mismo tenía unas, y que un Papa de cuyo nombre no puedo o no quiero acordarme tenía otras semejantes, quizás las mismas, ¿quien sabe ).

Durante la edad media y particulármente en Praga, capital de Reino de Bohemia, hubo muchos intentos de hacer un gólem; los cabalistas judios y los alquimistas cristianos se empeñaron en ello, cada cual apegado a sus conocimientos y creencias. Estos buscaban la creación física de homúnculos, aquellos insistian en sus gólems, pues se decia que Adán, antes de recibir la palabra del creador, tuvo por fuerza que ser un gólem, o sea, un muñeco de barro. Aun asi se decía que el conocimiento de la palabra creadora, el nombre divino, era conocido y celósamente guardado por los sacerdotes y Kabbalistas judios, bajo pena de muerte a quien lo pronunciare. Se dice que fue tanto el celo en esconderlo, que de todas maneras se les perdió u olvidó...vaya uno a saber.

Mientras, hechémosle un vistazo a Praga, ciudad hermosa y culta comolas haya. El año, pasados tres cuartos y algo mas del siglo XVI, en plena efervescencia de magos, alquimistas y ocultistas, momento álgido de floreciente actividad cultural.
Era su gobernante Rudolf II (1576-1612), o Rodolfo II, Rey de Bohemia y Hungría, Soberano de Austria y Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico. Estableció su corte en Praga y la convirtió en la principal urbe cultural de Europa. Hombre amante de la cultura, mecenas, de fina sensibilidad, pero muy apasionado por lo maravilloso y espectacular; por lo último era un hombre de su tiempo, muy credulo y por eso simpatizaba marcádamente con las historias fantásticas que se contaban acerca de toda clase de personajes interesantes que pululaban en la ciudad; esto es, alquimistas, filósofos, magos, astrólogos, charlatanes, pero también se hablaba de los hechos extraordinarios de algunos santos rabinos que vivieron en Praga, y que aun vivía uno, quizás el mas grande de todos, a quien brindó su apoyo y amistad.

Pero acerquemosnos a la ciudadela judia, al ghetto, al barrio Joséfov, con sus calles empedradas, y pintorescas casas. Hora, las cuatro de la madrugada. En medio de la tranquilidad se habia de desencadenar un drama de consecuencias ocultas imprevisibles, quizás un verdadero drama cósmico.








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